Es una de las
enfermedades clásicas de la infancia, que en los niños suele ser
leve pero en adolescentes y adultos tiene mayor riesgo de
complicaciones. La
enfermedad dura alrededor de una semana.
Cuadro clínico
El signo más característico de la
varicela es una erupción en la piel que aparece en forma de
pequeños granos que en poco tiempo se convierten en vesículas
(ampollas llenas de líquido). Las vesículas suelen aparecer primero
por la cara, el tronco y el cuero cabelludo, extendiéndose después
por todo el cuerpo. También puede afectar a la boca, a la vulva y al
interior de los canales auditivos. Uno o dos días después las
vesículas se transforman en costras. Durante los primeros días
aparecen varias oleadas de vesículas, por lo que pueden verse a la
vez lesiones en varias fases evolutivas (lo que se conoce como
patrón "en cielo estrellado"). Las lesiones de la piel suelen ser
muy pruriginosas (picar). Al aparecer las costras, las lesiones ya
no serán contagiosas.
En el periodo prodrómico (el espacio de tiempo que transcurre antes
de que aparezca la erupción, generalmente uno o dos días antes)
suelen presentarse otros síntomas como fiebre, dolor de cabeza,
malestar general, pérdida de apetito o vómitos. Estos síntomas
suelen persistir durante los primeros días de la enfermedad.
Diagnóstico
Generalmente la
varicela se diagnostica por sus signos clínicos típicos, sin
precisar de ningún tipo de análisis. La erupción vesiculosa y
pruriginosa en oleadas, especialmente si hay antecedente reciente de
contacto con un enfermo de varicela, es suficiente para establecer
el diagnóstico.
Para casos dudosos o con fines de investigación se pueden emplear
pruebas diagnósticas para detectar el virus en el líquido extraído
de las vesículas, como el cultivo, la inmunofluorescencia o la
reacción en cadena de la polimerasa. Para conocer si una persona es
inmune a la varicela se utiliza la serología.
El diagnóstico diferencial incluye infecciones por el virus
coxsackie, la escabiosis, impétigo y prurito por picadura de
insectos.
Tratamiento
Medidas generales
En niños sanos suele ser suficiente con una serie de medidas para
aliviar los síntomas. Para la fiebre se emplea el paracetamol,
evitando siempre la aspirina (ácido acetilsalicílico), cuyo empleo
para la varicela se asocia al síndrome de Reye. Con carácter general
se desaconseja el uso de ibuprofeno en niños con varicela por la
posibilidad de una predisposición a infecciones oportunistas. En un
estudio de casos y controles se ha relacionado el uso de ibuprofeno
en niños con varicela con una probabilidad mayor de aparición de
fascitis necrotizante; mientras que ciertos estudios prospectivos no
han encontrado evidencias de tal asociación. El prurito puede
aliviarse mediante lociones antipruriginosas o con antihistamínicos
orales, talcos de coloides, o loción de calamina. Otras medidas que
ayudan a evitar lesiones por rascado e infecciones de la piel son
cortar todas las uñas y un baño diario con un jabón suave. (El baño
debe ser corto para no favorecer la aparición de más ampollas).
Es importante aislar al enfermo durante la fase contagiosa de
aquellas personas que no han pasado la enfermedad, en especial de
las de mayor riesgo (adultos, adolescentes, embarazadas o
inmunodeprimidos). Aunque tradicionalmente en muchos sitios se
recomienda facilitar el contagio de los niños para evitar que la
contraigan cuando sean mayores, no hay que olvidar que la varicela,
aunque generalmente benigna, puede dar lugar a complicaciones
graves.
Antivirales o antivíricos
Como tratamiento específico frente al virus de la
varicela-zoster puede emplearse el aciclovir, que dificulta la
replicación del virus, acortando la recuperación del paciente con
escasos efectos secundarios. En niños sanos menores de 14 años el
aciclovir tiene un efecto muy limitado, por lo que no suele
utilizarse. En cambio, en los pacientes de más riesgo (adultos,
adolescentes e inmunodeprimidos) disminuye notablemente la
intensidad de la varicela y el riesgo de complicaciones siempre que
se comience a utilizar pronto (preferiblemente en las primeras 24
horas desde la aparición de la erupción).
El tratamiento con aciclovir tiene por indicación absoluta a la
paciente embarazada, a los inmunodeprimidos y otros con riesgo
particular de desarrollar complicaciones (ej. neumópatas crónicos
por la posibilidad de padecer una neumonía por el virus). Los
pacientes adolescentes y adultos en general, excluidos esos grupos,
pueden obtener un beneficio más bien discreto.
Complicaciones
Aunque la
varicela es generalmente una enfermedad benigna, a veces
aparecen complicaciones, especialmente en adolescentes, adultos y
personas con las defensas bajas (inmunodeprimidos). Las más
frecuentes son las infecciones de la piel y del tejido subcutáneo
también denominada impetiginización, favorecidas por el rascado de
las lesiones. Otra complicación típica es la neumonía, que puede ser
causada por el propio virus de la varicela o por bacterias. También
son típicas las complicaciones neurológicas, en especial la ataxia
cerebelosa (alteración del equilibrio y marcha inestable, que suele
desaparecer por sí sola). Excepcionalmente se ven complicaciones más
graves como la encefalitis o la fascitis necrotizante.
Las embarazadas que no han pasado la
varicela son especialmente sensibles dado que, además de tener
más riesgo de presentar complicaciones, pueden transmitir la
varicela al feto. Cuando la varicela se contrae en los dos primeros
trimestres de la gestación puede causar una varicela congénita en el
1-2% de los casos, con alteraciones neurológicas, cicatrices en la
piel y alteraciones oculares y esqueléticas. Si la varicela aparece
entre 5 días antes y 2 días después del parto, puede aparecer en el
recién nacido una varicela neonatal muy grave.
Otras posibles complicaciones son la segunda y sucesivas
reapariciones, en las que se le llama
Herpes Zoster. Y es más grave cuanto mayor es la edad del
afectado, sobre todo por la posible neuralgia post-herpética, un
dolor a veces de intensidad terrible que puede quedar
permanentemente en las zonas afectadas de la piel.
Es por estos riesgos que lo recomendable es vacunarse a corta edad
para evitarlos en lo posible.
Prevención
Inmunización activa: vacuna antivaricela
La vacuna frente al virus
varicela-zóster es una vacuna de virus vivos atenuados que se
desarrolló en Japón en los años 70 del siglo XX, aunque no fue
autorizada hasta la siguiente década. Todas las vacunas
comercializadas en la actualidad proceden de la cepa Oka, llamada
así porque fue aislada de las vesículas de un niño de 3 años con ese
apellido. Es una vacuna muy eficaz, especialmente frente a las
formas más graves de varicela. En aproximadamente un 5% de los
vacunados puede aparecer una leve erupción varicelosa, con muy pocas
lesiones, dos o tres semanas después de la vacunación.
La vacuna antivaricela fue introducida en el calendario vacunal de
Estados Unidos en 1995 para niños a partir de los 12 meses de edad.
Posteriormente otros países siguieron el ejemplo, como Canadá,
Australia o Alemania. En otros países, como España en 2005, se ha
optado por vacunar entre los 10-14 años de edad a los niños que no
han pasado la varicela. La vacuna también es útil para evitar o
reducir la enfermedad en las personas susceptibles que han estado
expuestas al virus, si se administra en los 3 primeros días tras el
contacto. La vacuna no es aplicable para quienes la han padecido y
pretenden evitar segundas y sucesivas reapariciones (Herpes Zoster o
Culebrilla). Se está experimentando con otra vacuna que sería útil
para estos casos.
Inmunización pasiva: inmunoglobulina
La inmunoglobulina antivaricela, administrada por vía intramuscular,
se emplea para prevenir la enfermedad en grupos de alto riesgo que
han tenido contacto con un enfermo de varicela y que no pueden
recibir la vacuna, como embarazadas, inmunodeprimidos o recién
nacidos cuyas madres no han pasado la varicela.
Fuente
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